¿Son frecuentes las ideas suicidas en universitarios? El paso a la etapa universitaria supone un cambio radical en la vida de todo estudiante. Muchos de ellos lo afrontan con ilusión y entusiasmo, pero a otros les puede la presión en el periodo de adaptación.
Así lo refleja una investigación realizada en 2018 por el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) en la que fueron encuestados un total de 2.118 alumnos de cinco universidades españolas (Universidad Pompeu Fabra, Universidad de las Islas Baleares, Universidad del País Vasco, Universidad de Cádiz y Universidad Miguel Hernández de Elche).
El estudio revela que uno de cada diez universitarios españoles tiene ideas suicidas durante el primer año de carrera, una prevalencia superior a la población general y en la que no se observaron diferencias significativas por género.
El tránsito a la edad adulta, el nuevo entorno y las exigencias académicas son desafíos que generan estrés a los universitarios de nuevo cuño.
Tanto es así el 31,4% de ellos padece en ese periodo algún trastorno mental, casi siempre ansiedad o depresión.
En cuanto a tentativas de suicidio, la cifra se sitúa por debajo del 1% de estos estudiantes. Los resultados de este trabajo, el primero de esta índole llevado a cabo en España, fue publicado en la revista Suicide and Life-Threatening Behavior.
«Los principales factores de riesgo de la ideación suicida incluyen aspectos familiares, acontecimientos estresantes recientes, así como la salud mental actual», explica María Jesús Blasco, psicóloga clínica y coautora del informe.
La psicopatología de los padres, una agresión sexual o violación en el año previo, o un trastorno del estado de ánimo o de ansiedad son algunos de esos condicionantes de riesgo.
Por contra, la investigación también arroja elementos inhibidores de la ideación suicida, como «las relaciones positivas con los iguales y con la familia durante la infancia», apunta Blasco.
El catedrático de la Universidad Pompeu Fabra Jordi Alonso, coordinador del estudio y director del Programa de Epidemiología y Salud Pública del IMIM, concretó que el estudio ha permitido detectar perfiles de riesgo personalizados, al incluir un seguimiento individual de los participantes durante varios años.
La detección activa y precoz del riesgo de ideación y conducta suicida en los estudiantes universitarios posibilita ofrecer una atención eficaz, destacó el experto.
Tal y como señaló Víctor Pérez, director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar, «muchos de los primeros episodios depresivos aparecen durante la adolescencia, así como la mayoría de las enfermedades mentales».
El suicidio es la segunda causa de muerte en el mundo en la población con edades entre los 15 y los 29 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Jordi Alonso también estuvo al frente de un estudio internacional que recopiló en tres años casi 14.000 cuestionarios de alumnos de primer año de 8 países (Australia, Alemania, Bélgica, España, Estados Unidos, Irlanda del Norte, México y Sudáfrica) y de 19 universidades diferentes, 7 privadas y 12 públicas.
Este informe revela que casi un tercio del alumnado padece algún tipo de problema mental en el primer año académico. Además, en una quinta parte de los casos esos trastornos les provocan dificultades de desarrollo en distintas facetas de su vida (académica, social, personal, laboral, etc).
El comienzo de la vida universitaria es una etapa decisiva en el desarrollo personal y vital del joven. Por esa razón, conocer la prevalencia de los trastornos mentales y cómo afectan a los sujetos es algo clave para lograr mitigar o eliminar el sufrimiento de los pacientes y de sus familias.
El doctor Jordi Alonso recuerda que los trastornos mentales son precisamente uno de los problemas de salud pública más relevantes en Europa, que además genera un impacto económico equivalente al 4% del Producto Interior Bruto en la Unión Europea.
El especialista concluye que este tipo de problemas psicológicos afectan de forma significativa al rendimiento académico, contribuyen a la deserción escolar y, en última instancia, están muy vinculados con la dificultad de los jóvenes a la hora de encontrar empleo en el futuro.
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